Hola muchachas lindas.
El siguiente texto será la base del examen de cierre de este segundo cuatrimestre :
El siguiente texto será la base del examen de cierre de este segundo cuatrimestre :
OEI
Lineamientos
Curriculares para el área de Ética y Valores Humanos. Orientaciones para la
Formulación de los Currículos en Constitución Política y Democracia. Dirección
General de Investigación y Desarrollo Pedagógico. Grupo de Investigación
Pedagógica. Ministerio de Educación Nacional de Colombia.
4.4 Currículo y Educación Ética y Moral
4.4.1 Currículo Oculto y Currículo Explícito
En las sociedades primitivas el
proceso de socialización se llevaba a cabo a través del contacto directo de las
nuevas generaciones con el mundo de los adultos. Hoy en nuestras sociedades,
los procesos de apropiación de los productos sociales se hacen más complejos,
la familia, los medios de comunicación, la calle, la ciudad, las diferentes
organizaciones sociales, la escuela, el grupo de pares, participan en la tarea
de formar al hombre. Todas estas instancias sociales, a su manera, educan a los
miembros de su comunidad. Espacios educativos que algunas veces se contradicen
y desautorizan entre ellos mismos, haciendo de este acto educativo compartido,
un núcleo conflictivo.
Debido a su carácter sistemático
e intencional, la escuela ocupa un lugar especial en el proceso de configuración
de la individualidad y en el desarrollo de la socialización, sin embargo no
puede reemplazar los otros ámbitos que se constituyen como competencia frente a
su labor. Pero además no puede olvidarlos. Lo que sucede en las aulas escolares
tiene una fuerte relación con lo que sucede en otras esferas de la sociedad.
Todo traspasa sus paredes: conflictos, ideologías, intereses, valores etc. Las
fronteras de la escuela van más allá de sus estrechos linderos, y lo que en
ella sucede no podrá ser interpretado sino a la luz del marco socio histórico y
cultural en el que cobran sentido sus prácticas y sus políticas educativas.
¿Qué papel cumplen entonces las
instituciones educativas en esta tarea de socialización? Compartiendo la idea
de que la escuela no es un espacio neutral, sino que por el contrario tiene un
fuerte sentido político e ideológico, la sociología de la educación nos habla
de dos funciones aparentemente paradójicas del aparato educativo: Reproducción
y Resistencia, reproducción en cuanto la institución reproduce los contenidos
de la cultura social, y resistencia en tanto permite la creación de nuevos
valores y contenidos culturales.
Los planteamientos que parten de
la sociología de la educación y de la sicología, han llevado al terreno
pedagógico la discusión en torno a los procesos de socialización que tienen
lugar en la escuela.
Contradiciendo las posturas
instrumentales de la educación que desconocen el papel formador de las
prácticas e interacciones sociales que tienen lugar en el espacio escolar,
diversas disciplinas sitúan en un primer plano la característica interactiva y
comunicativa de la educación, aduciendo que los estudiantes no solamente
aprenden teorías y conductas a partir de los contenidos expresados en los
planes de estudio, sino también y principalmente, como consecuencia de las
interacciones sociales de todo tipo que tienen lugar en el centro educativo.(48)
Durante las décadas de los 60 y
70 nuestro país vivió el apogeo de la educación instrumental y la prevalencia
de una concepción cientificista de la educación, que convertía al maestro en un
mecánico, ajeno a las preocupaciones por el sentido, las intencionalidades y
finalidades de la formación de los estudiantes.
La crítica a esta visión
instrumental de la educación, colocó sobre la mesa la discusión sobre la
dimensión oculta del currículo, dimensión sin la cual hoy día son impensables
los procesos pedagógicos.
Aunque la razón de ser de la
escuela está en el ejercicio pedagógico, sus alcances van mucho más allá. Su
condición de ámbito en el que se entrecruzan la cultura que trae el niño desde
su familia y grupo social, con la cultura académica y la cultura de la cual son
portadores los demás integrantes de la institución, hacen de ella un complejo
espacio de interacciones sociales. Fusión de tradiciones e historia, saberes,
retos, ideales y metas a alcanzar.
“En las aulas y en los centros
hay algo más que comunicación de conocimientos de “alta cultura” , allí se
desarrolla todo un proceso de socialización de los alumnos, y los contenidos
del currículo real son los de esa socialización”(49)
Currículo Oculto y Educación
Moral
Con frecuencia los documentos
sobre educación plantean unas grandes metas que no llegan más allá de las
páginas del texto. Sin ir muy lejos nuestros Proyectos Educativos
Institucionales evidencian, en la mayoría de los casos, la gran distancia
existente entre las metas y objetivos escritos y el hacer práctico de las
instituciones.
Esta situación creó la necesidad
de diferenciar entre tres tipos de currículo: el planificado, (currículo
explícito), el lo no planificado (currículo oculto) y el que finalmente se
imparte en las escuelas.(currículo real)
Esta precisión permite aclarar
por una parte, el papel que juega cada uno de ellos en los procesos de
aprendizaje, y por otro, ayuda a responder preguntas sobre las razones que han
obstaculizado que las propuestas innovadoras que se vienen gestando en nuestro
país en torno a la educación en valores, educación para la democracia o
educación moral no hayan tenido una incidencia real en la vida escolar, en los
estudiantes, los profesores y la sociedad en su conjunto.
Ese ámbito oculto de las
interacciones sociales que predominan en las escuelas es, en la mayoría de las
veces desconocido o pasado por alto por los docentes. El culto a la
planificación y la explicitación de los objetivos, contenidos y demás elementos
del currículo ha llevado a olvidar que lo realmente importante no es lo que se
dice que se hace en unas planillas cuidadosamente elaboradas, sino lo que de
hecho se hace, la práctica real que determina la experiencia de aprendizaje de
lo planificado.
Sin duda asumir la tarea de
afectar ese complejo campo de lo oculto no es labor fácil; la resistencia al
cambio es muy fuerte cuando se trata de replantear nuevas formas de relación en
la escuela, cuando el discurso democrático debe ser traducido a lenguajes de la
vida cotidiana, cuando se trata de cuestionar prácticas dogmáticas,
intolerantes o discriminatorias, arraigadas con alguna frecuencia en la vida
cotidiana de nuestras escuelas.
Pero a pesar de lo problemático
que puede ser iniciar esa “revolución cultural” en las mentes y en las aulas,
creemos que es este el único camino confiable para lograr las transformaciones
radicales que nuestra escuela requiere. Somos conscientes de que será un
proceso lento, los cambios culturales tienen ese ritmo, sabemos por lo tanto
que no podemos esperar resultados inmediatos, pero es esta la única forma de
que las propuestas de educación y en particular las de formación moral, incidan
realmente en la experiencia de los estudiantes, de la comunidad educativa y de
la sociedad en general.
¿Es pertinente abordar el campo
del currículo explícito? sin duda si, pero siendo conscientes que con el mejor
y más fino de los diseños no se logrará mucho, si paralelamente no se trabaja
en la explicitación de los valores que subyacen a las prácticas cotidianas de
la escuela, buscando de esta manera aproximar lo manifiesto a lo real.
En otras palabras, no vale la
pena quedarse en la retórica de lo moral, ni llenar la escuela de actividades o
eventos que de forma aparente indiquen que se está formando moralmente. Podrá
haber muy buenas intenciones, pero corren el riesgo de no trascender más allá
de la actividad (campañas ecológicas, jornadas de la democracia, conferencias
de formación ciudadana). Si las propuestas curriculares explícitas no se ligan
a procesos de transformación cultural en el que estén involucrados todos los
miembros que intervienen en el proceso de formación moral de las escuelas, las
propuestas pedagógicas quedarán en el nivel de las buenas intenciones.
Lo moral en la vida cotidiana
de la escuela
Ha habido cierta tendencia más o
menos generalizada a reducir lo moral a ciertos momentos o espacios de la vida escolar:
problemas relacionados con la sexualidad, conflictos interpersonales, problemas
de violencia, robos etc. En contraposición a esta concepción, es necesario
comprender que lo moral está presente en todos los ámbitos, espacios y
manifestaciones de la vida escolar. Tan morales son las actitudes de los
profesores con sus alumnos y viceversa, como las formas de llamar la atención
de las niñas, como la manera como la profesora de preescolar arregla y organiza
su aula de clase, como el trato autoritario del rector, como el uso de los aretes
y el pelo largo de los muchachos, como los hábitos de orden y puntualidad.
En el aula la maestra o el
maestro, encontrarán la más diversa variedad: unos alumnos tímidos, otros
extrovertidos, unos líderes, otros sumisos, unos ávidos de conocimiento, otros
apáticos, unos agresivos, otros condescendientes, unos colaboradores, otros
independientes.
Estará el que no quiere a la
profesora, la que llega forzada a la escuela, el que llega feliz, el que no se
expresa, la que quiere ser modelo, el que se opone a todo, la sociable, el que
se apega a la profesora, el que impone el desorden, los que forman pandilla, en
fin una especie de microcosmos rico y complejo.
Y es en esa amplia gama de
manifestaciones que se configura uno u otro clima moral en la institución. Y es
también a partir de el que se tendrá que pensar la propuesta formativa.
Sobre esa multiplicidad de
expresiones de lo moral, en donde se entrecruzan sentimientos, actitudes,
preferencias, intuiciones, gustos, sentidos, ideales, significados, acciones,
saberes, intereses, costumbres, hábitos etc, es necesario construir el posible
papel del docente, reconociendo las diversas demandas que le hacen los niños y
la institución, y planteándole la pregunta sobre su desempeño como educador
moral.
Estas demandas serán de diversa
índole, algunos alumnos requerirán afecto, otros solicitarán orientación, otros
pedirán que les ayuden a clarificar sus conflictos, otros demandarán que les
ayuden a construir sus propios criterios. Unos necesitarán de una señal de
complicidad, otros una señal de aprobación, otros querrán que los escuchen
otros que los acompañen, unos que les reconozcan sus cualidades, otros que
avalen sus iniciativas.
Es la comprensión del complejo
entramado social de la escuela, lo que le permite a la maestra o el maestro
acercarse al cómo encontrar las estrategias más viables y pertinentes
a su contexto.
El maestro como formador moral
Hemos visto como a través de
mensajes implícitos y explícitos, la escuela logra en sus alumnos ciertos
aprendizajes y comportamientos planificados y no planificados, currículo oculto
que es el telón de fondo en el que se van configurando unos significados y
valores de los cuales el grupo de profesores y alumnos no son plenamente
conscientes.
Si la escuela en su conjunto
educa, el maestro con sus actuaciones también lo hace. Muchos de ellos se
convierten en modelos para los estudiantes, otros al contrario despiertan un
claro rechazo. Esta selección que hacen los alumnos de sus profesores es una de
las razones que debe llevar a reflexionar al docente sobre su papel como
educador. Se educa no solo con el discurso, también con la forma en que este se
exprese, con el tono, con la vitalidad o el desgano, con los énfasis y las
declinaciones, con los ademanes y gestos, en fin con todo lo que se hace y se
deja de hacer.
Los estudiantes se convierten así
en los primeros jueces de sus profesores, cuestionando su coherencia entre la
teoría y la práctica y entre sus diferentes formas de expresión. Un profesor
que en su discurso hable de compromiso cuando nunca tiene tiempo para sus
alumnos, o que constantemente llame la atención sobre la importancia de obrar
con criterio propio cuando siempre se le ve doblegado frente al rector, pondrá
a tambalear cualquier propuesta de educación moral por más cuidado que se haya
tenido en su elaboración. “ El estudiante recibirá mensajes contradictorios en
caso de que un profesor dedicado a enseñar la dignidad humana, siguiese
utilizando en su lenguaje los prejuicios raciales, los estereotipos acerca de
determinados grupos culturales, los lugares comunes acerca de la inferioridad o
incapacidad de autonomía de la mujer etc”.(50)
Esta realidad deberá llevar al
docente a reflexionar sobre su propia formación moral, sobre sus actitudes,
comportamientos y prácticas que afectan directamente la labor educativa,
participando de ese modo en el mismo proceso de formación moral de los alumnos,
haciéndose consciente de la necesidad de ser cada día una mejor persona, digna
de credibilidad y en quien sus alumnos puedan depositar su confianza. En
palabras de Angelo Papacchini diríamos que “el maestro debería enfrentar con su
ejemplo y práctica diaria las influencias negativas del medio en el que se
desenvuelve el estudiante, y la escuela debería funcionar como un laboratorio
para aprender, experimentar y construir una comunidad distinta”.
4.4.2 Componentes y ámbitos de
la educación ética y moral
Existirían múltiples maneras de
abordar las diferentes dimensiones que integran la persona moral. En el
presente documento hemos optado por considerar los siguientes componentes:
conocimiento, confianza y valoración de si mismo; autorregulación; autorrealización;
ethos para la convivencia; identidad y sentido de pertenencia; sentido crítico;
formación ciudadana; conciencia de derechos y responsabilidades; competencias
dialógicas y comunicativas; capacidad creativa y propositiva; juicio y
razonamiento moral; sentimientos de vinculo y empatía; y actitudes de esfuerzo
y responsabilidad.
El interés se ha centrado en
hacer un desglose de estos componentes desde la intención de aportar en la
construcción de una propuesta de educación ética y moral. Se ha buscado definir
componentes o ámbitos que sean relativamente fáciles de aprehender e indagar en
el contexto escolar.
Corresponde a los maestros en
cada contexto, completar la enumeración de otros componentes si lo cree
necesario, establecer prioridades, jerarquizar, etc. Se intenta evitar las
tradicionales separaciones entre lo afectivo y lo cognitivo o entre lo
individual y lo social, entre juicio, sentimiento y acción.
Consideramos que la educación
ética y moral se puede llevar a cabo mediante dos grandes vías.
Por un lado encontramos todo el
trabajo de aula y el tratamiento de esta educación a partir de lo que se ha
denominado curricularizar la educación en ética y moral, y donde es necesario
organizar un plan de estudios con temáticas y estrategias determinadas. El
objetivo fundamental es generar un espacio para abordar las diferentes
dimensiones del desarrollo ético-moral de los individuos, esto implica pensar
qué tipo de elementos son importantes para que tanto maestros como estudiantes
participen de él.
[…]
Vivencias y momentos
pedagógicos
La idea es construir una serie de
actividades o eventos pedagógicos que comprometan la vida de la institución y
atraviesen todo el contexto escolar, la responsabilidad de estas actividades o
eventos pedagógicos es de todos aquellos que intervienen en el acto educativo
Estos eventos pedagógicos deben
implementar foros, juegos de simulación, dilemas morales, aceptación de roles.
En otras palabras, consideramos que a dicha educación se le puede dar sentidos
desde los diferentes proyectos como son; educación en medio ambiente, educación
sexual, educación en ciencia y tecnología, educación en arte y estética, que
pueden ayudar a direccionar el sentido de la educación ética y moral. o mejor
atravesarlos.
Al generar estos campos, espacios
o eventos, las diferentes áreas del conocimiento y los proyectos, desde su
óptica, tendrán que decir y proponer. Estos espacios deben involucrar conceptos
como la negociación cultural, el diálogo de saberes, la búsqueda de consensos
sin discriminar los discensos, el reconocimiento de los conflictos y de la vida
cotidiana en la escuela.
Gobierno escolar
Para el buen desarrollo de una
educación ética y moral debe existir un ambiente que permita unas condiciones
para el desarrollo de la convivencia, la democracia, y el buen desempeño de los
diferentes estamentos de la comunidad educativa. El garantizar condiciones de
acuerdo a las posibilidades de las distintas instituciones es generar a la vez
espacios propicios para el desarrollo de los niños y jóvenes.
Se debe involucrar los desarrollos
de los PEI en relación al Gobierno Escolar, el Manual de Convivencia, el
Consejo Estudiantil, y otros mecanismos de participación escolar.
Vida Comunitaria:
Procesos de intervención en
nuestras comunidades, es una manera de involucrar a la escuela con la vida y
problemas de nuestro contexto, es lograr ampliar la vida escolar, hacia la
cuadra, la calle, el barrio etc..
Se debe indagar sobre cómo
relacionar escuela-familia y comunidad, en tanto responsables del acto
educativo y como espacios fundamentales donde se desarrolla la esfera de la
socialización de los niños y niñas, de los\las jóvenes.
Vida social
Este ámbito busca e intenta
relacionar las temáticas de ética y moral desarrolladas en la institución
escolar con los grandes problemas sociales, económicos y políticos que se dan a
nivel nacional e internacional.
El objetivo es generar una
educación sensible a los temas nacionales y con una perspectiva universal que
sea capaz de analizar y reflexionar sobre situaciones éticas y morales en los
anteriores niveles y sea consecuente por la preocupación de la que Goethe
afirmaba: “Nada de lo humano me es indiferente”.
4.4.3 La evaluación en la
educación ética y moral
La evaluación en el ámbito de la
educación ética y moral requiere de una mirada y un tratamiento especial, pues
los contenidos y las dimensiones que abarca hacen de ella un campo sui generis,
en él se pone de presente el ser humano como totalidad en sus aspectos
cognitivos, emotivos, afectivos, sociales, etc., y en donde por lo tanto
también, se interrelacionan todas las prácticas y dimensiones de la vida
escolar.
Esta característica hace que la
evaluación en esta área sea un proceso complejo como complejos y diversos son
los procesos, contenidos y manifestaciones morales.
Siendo imposible la objetivación
y por lo tanto la cuantificación en este campo, y ajenos a la intención de
reducir esta labor a la formulación de unas calificaciones que den cuenta de los
conocimientos que los estudiantes hayan logrado en cuanto a normas o valores,
consideramos que la tarea evaluativa deberá orientarse hacia la comprensión,
interpretación y análisis evaluativo de los distintos aspectos y contenidos que
se presentan en la vida cotidiana de la institución educativa.
Considerada así la evaluación en
el área de ética y valores, ella deberá orientarse con criterios tales como:
Es un proceso contextualizado
e integral
Dado que los hechos y
manifestaciones humanas sólo adquieren significado y sentido dentro de un
contexto cultural determinado, y en situaciones particulares, el profesor y la
profesora deberán reconocer el medio, las situaciones y condiciones específicas
en el que los alumnos se han venido desarrollando y en el que la escuela se ha
ido configurando. Así las prácticas, comportamientos, juicios o acciones de los
estudiantes deberán analizarse a la luz de ese amplio marco de referencia.
De esta forma, la evaluación
estará presente el todos los ámbitos y espacios de la vida escolar (en las
áreas curriculares, en el gobierno escolar, en los recreos, en las actividades
transversales, etc.) constituyéndose así en un proceso integral, no sólo porque
permea toda la institución sino porque tiene en cuenta la integralidad y
singularidad de los sujetos implicados.
La maestra y el maestro deberán
partir del presupuesto de que cada ser es único y de que la educación ética y
moral no supone la homogenización. No podrá existir un sólo patrón para evaluar
a los estudiantes, y en este sentido se deberán considerar y respetar las
individualidades.
Es un proceso permanente
Si el interés de la evaluación se
centra más en los procesos que en los resultados, la evaluación deberá ser
parte de la labor cotidiana de los maestros. Las manifestaciones diarias de los
alumnos son parte de ese análisis que ellos deberán hacer para ir comprendiendo
las formas como los estudiantes se van constituyendo en sujetos morales.
Actuaciones contradictorias, expresiones inesperadas, posiciones autónomas o
heterónomas, comportamientos, conflictos, problemas, etc., todas estas
expresiones deberán hacer parte del análisis individual y colectivo. La
evaluación comprendida de esta manera no tiene ni momentos ni espacios
específicos, es parte constitutiva del proceso de enseñanza-aprendizaje y por
lo tanto no puede ser considerada como un anexo o elemento independiente. No es
una actividad que se hace a último momento para presentar los informes de
logros de los estudiantes, ni mucho menos para sancionar, es ante todo un
proceso reflexivo y autorreflexivo que en si mismo educa y proporciona
criterios para continuar evaluando las acciones, los contenidos, los juicios.
Concebida así, la evaluación se
constituye en un eje central del proceso educativo que regulará de una u otra
forma su desarrollo. Requerirá por lo tanto de mucha atención, pues de la
manera como se haga, dependerán en gran parte los logros que la institución
alcance en la formación moral de sus miembros y en la democratización del
establecimiento.
No supone esta postura el que no
puedan existir momentos en el que de manera deliberada se haga un corte, se
evalúen de manera global los procesos y se tomen decisiones al respecto.
Es un proceso participativo
La evaluación deberá ser un
proceso de participación individual y colectiva a distintos niveles, en el que
intervengan los diferentes protagonistas. El diálogo se convierte así en la
herramienta fundamental para que tanto los profesores, las directivas, y
personal administrativo, como los estudiantes, amplíen su comprensión sobre los
problemas de la convivencial escolar, la manera como sus comportamiento
individuales, afectan la vida escolar, el sentido de sus prácticas, acciones,
comportamientos, etc. En este proceso de análisis colectivo esencialmente
formativo, se irán construyendo nuevos criterios, sentidos y miradas sobre
el mismo proceso evaluativo y educativo.
Supone un proceso de
autoevaluación
La autoevaluación en el campo de
lo moral reviste una importancia particular. La reflexión individual frente a
los propios comportamientos, valoraciones o acciones son las que van a permitir
que el sujeto, mirándose al espejo, confronte la coherencia entre la teoría y
la práctica, entre sus juicios morales y sus acciones morales. Consideramos
este ejercicio, parte fundamental del proceso de formación, ya que en él, el
niño y la niña se hacen conscientes de la responsabilidad que tienen en el
proceso de construcción de su propia personalidad, haciéndose dueños de si
mismos, auto constituyéndose en sujetos morales y permitiendo que por si solos
identifiquen sus avances, sus logros dificultades o limitaciones.
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